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martes, julio 09, 2013

Reseña: Driv3R GBA y Driver San Francisco.





La serie Driver, hasta donde recuerdo, es poseedora de un prestigio importante en el mundillo de los juegos de conducción arcade (es decir, aquellos que no pretenden integrar mecánicas “realistas” en la manipulación de un vehículo, como Gran Turismo por ejemplo).  

Allá por 2007, me hice de un videjuego de Game Boy Advance llamado Driv3r, tercera parte de la, por entonces, aclamada serie de videojuegos de carreras. Dado que no poseía  ninguna de las consolas caseras de Sony o Microsoft, el cartucho de la tercera parte de la saga, representó la entrada de este gamer a tierras racing-arcade, por lo menos en la generación pasada.
La primera impresión que tuve del juego, tratándose de uno para Game Boy Advance, fue muy buena. A pesar de sus sosos e insípidos gráficos y de su lamentable presentación tecnológica, el título contaba con mecánicas lo suficientemente entretenidas como para engancharse al modo historia, en jugabilidad, por lo menos.  Desafortunadamente, la consola de Nintendo carecía de la potencia de procesamiento para desplegar los mini foto-cinemas que sugerían el progreso de la historia, por lo que era difícil darle seguimiento a la trama de Tanner y su lucha contra Jericho.

El gameplay constaba de dos partes: conducción y controles a pie.
La primera era, por mucho, el centro de la jugabilidad y la razón de ser de este título. Manipulando el ya clásico Dodge Charger setentero (no recuerdo el modelo) color amarillo, nos debatíamos por una serie de fases con diversas modalidades y objetivos, tales como carreras, persecuciones, contrarreloj, carrera de checkpoints y destrucción de objetos. 

Si bien el control no era el más pulido de una portátil, sí que permitía una que otra maniobra si contábamos con la destreza necesaria para efectuarla. Claro, dependiendo del tipo de vehículo que estuviéramos manejando, pues aunque suene increíble para un juego de GBA, podíamos bajar de un coche para subirnos a otro, al estilo Grand Theft Auto.

La sensación de peso que transmitía cada vehículo era muy buena e iba directamente relacionada con la dificultad de los controles; es decir, era más fácil hacer un derrapón con un coupé, que con una Van o un tráiler.



El efecto de velocidad estaba bien logrado, a pesar de las limitaciones técnicas que presentaba la consola, pues el juego estaba sobrecargado de popping, sin mencionar que las texturas eran de muy baja calidad; la distancia de dibujado era prácticamente inexistente;  en su lugar se encontraba una imagen estática que iba aumentando o disminuyendo su tamaño muy de vez en cuando, dependiendo la dirección y distancia a la que se encontrara de nuestro vehículo.

En cuanto a las fases a pie, sólo hay una palabra para describirlas: abominación. Primero porque la “imagen” de John Tanner, no pasaba de ser un montón de pixeles encimados y el arma que portaba se limitaba un par de líneas, de esas que encontramos en el “paint”. Una completa desgracia de diseño que reflejaba la carencia de imaginación de los programadores.

Ni qué decir de los controles, que eran horrendos e imprecisos, sobre todo al momento de desplazarnos lateralmente; la mecánica de disparo era igual de mala y desesperante ya que contábamos con una cantidad limitada de balas y la única “mira” estaba conformada por un círculo con un punto al centro que medio cambiaba de color al posicionarse sobre un enemigo.

Mover al personaje era irrisorio y la mayor parte del tiempo estaríamos luchando más contra los controles que contra los enemigos. Esto, aunado al hecho que había fases del modo historia en las que la cantidad de enemigos era ridículamente alta, resultaba en un fiasco como intento de sandbox.



Luego de finalizar la primera isla (el juego era largo eso sí, contaba con dos locaciones muy grandes), me desesperé y boté el cartucho.

Después de haber leído reseñas con duras críticas hacia los títulos posteriores para consolas caseras, mi escepticismo creció en sobremanera y no era para menos, pues la entrega de GBA supuso una decepción total.

Años después con la llegada de la nueva generación (es decir, ésta, que ya va de salida), conseguí  para el PS3 Driver: San Francisco. Las comparaciones apresuradas con sus antecesores no se hicieron esperar y, de antemano, estaba dispuesto a probarlo un par de días y entonces desecharlo. Para mi deleite, estaba rotundamente equivocado.



Ubisoft nos entregó la que, a mi juicio, es la mejor campaña para un solo jugador en un juego de conducción arcade.

De nueva cuenta tomamos el papel de John Tanner, quien persigue a Jericho que se ha hecho del control de un auto blindado de la policía. De un momento a otro Tanner se encuentra persiguiendo a  Jericho y en un descuido, éste lo embiste violentamente y lo manda hasta el hospital. Al despertar, Tanner cuenta con una nueva habilidad llamada “shift” que le permite “transportarse” del cuerpo de un conductor a otro y tomar el control del vehículo en turno. Una gran variedad de posibilidades se presentan con este nuevo panorama. 

Ahora contamos también con un modo historia en el que iremos descifrando los planes de Jericho y a la vez descubriremos la naturaleza de nuestro extraordinario poder.



Contaremos con nuestra habilidad y destreza con el control para triunfar en las diversas fases a lo largo del juego. Podremos ir mejorando nuestros “poderes” conforme superemos pruebas, ganemos carreras o avancemos en el modo historia, y también iremos desbloqueando más retos y, sobre todo (para los amantes del género), desbloquearemos vehículos, cuya cantidad, a mi parecer, es bastante generosa y cuentan con nombres reales (o licenciados, como es habitual llamarlos en el género).

Aquí todo se trata de manejar automóviles y participar en carreras, persecuciones, destrucción de objetos, carreras de checkpoints, seguir a un objetivo sin que nos descubra, entre otras cosas. Como conductores, contamos con una barra de habilidad que nos permite ejecutar un ligero turbo al desplazar el stick derecho hacia adelante; podremos aumentar la cantidad de tiempo que dura el turbo al mejorar la barra de habilidad; o también podremos ampliar nuestro campo de visión en el mapa para facilitarnos la vida al momento de buscar rutas que favorezcan nuestra posición en una competencia.

Esto lo haremos en los talleres, que están esparcidos por todo el mapa y los cuales iremos adquiriendo al reunir la cantidad pertinente de créditos que se nos solicitan. En ellos podremos cambiar de vehículo o comprar nuevos, comprar habilidades, desbloquear retos y nuevos modos de juego.
La mecánica al conducir es bastante intuitiva y engancha desde la primera vez que nos posamos detrás del volante (o del control, como quieran verlo).



Con un botón aceleramos, con otro frenamos y vamos de reversa y con otro hacemos “shift”. Ya en éste modo, podemos seleccionar entre las distintas magnitudes de zoom del mapa, siempre y cuando la hayamos desbloqueado.
Con el stick izquierdo dirigimos el vehículo, y al moverlo hacia adelante, ejecutamos un ligero turbo que dura lo que tarde en vaciarse la barra de habilidad. Es recomendable mejorar este elemento, pues algunas carreras exigen cierto nivel de habilidad, pero si no contamos con la suficiente, el turbo nos puede sacar de apuros en más de una ocasión.

Habrá momentos en que, luego de finalizar una misión del modo historia, tengamos que superar otras pruebas para desbloquear la siguiente parte de la trama.  Generalmente son sólo dos pruebas y la variedad está a la orden del día; ya sea que dirijamos un convoy de camionetas patrulla para escoltar un carro blindado con millones de dólares, que destruyamos paquetes de fármacos apócrifos a lo largo de una ruta definida, que detengamos a un camión en medio de la autopista a base de golpes o que nos posicionemos por debajo de un tráiler mientras conducimos, para desactivar una bomba en la base de su caja. En fin, la variedad de misiones es amplia.



La ciudad de San Francisco se siente viva, con distintos paisajes para disfrutar, aunque no esperemos el nivel de detalle de superproducciones como Uncharted o el último Tomb Raider; también hay  gente caminando por las calles aunque no se puede interactuar con ellos de ninguna forma. La variedad de zonas brinda dinamismo al desplazarnos por la metrópoli y las rutas trazadas nos invitan a explorar el enorme mapa para descubrirlas todas.

Los automóviles que pueblan las carreteras también muestran una colorida y saludable población. Encontraremos camiones de bomberos, tráilers con plataformas para coches, patrullas, autos compactos, camionetas, autos de lujo, grúas, etc. A la hora de elegir conductor, es muy divertido encontrarnos con pláticas aleatorias entre él y su copiloto, dando frescura y ligereza a la experiencia.




La campaña tiene una duración aceptable y después de finalizarla, podremos seguir mejorando nuestros récords o desbloqueando contenido al repetir pruebas ya hechas con anterioridad.

He de decir que no soy adepto a los modos online, así que no puedo hablar mucho sobre este apartado. Sólo decir que conforme vayas acumulando créditos, podrás desbloquear ciertas recompensas.
Driver: San Francisco representa lo mejor de esta franquicia y da un ejemplo de cómo se debe hacer un juego de conducción con controles excelentes y variedad de divertidas misiones. 

Si  te gustan los juegos de conducción y te apetece una  buena experiencia arcade con historia entretenida y mucho contenido para divertirte, esta entrega de las aventuras de John Tanner es una excelente opción.